El retrato de personajes y caracteres le da un lugar especial en la literatura mexicana a Heriberto Frías (1870–1925). Es un rasgo que está presente en sus mejores novelas, Tomóchic y El último duelo, pero en donde mejor y más consistentemente lo explotó fue en sus escritos periodísticos. Los retratos de La cárcel y el boulevard fueron seleccionados entre el amplio y diverso elenco que formó Frías a lo largo de los años y estos, en particular, provienen de su experiencia directa en la cárcel de Belem y en las calles de San Francisco y Plateros de la capital del México del siglo XIX. Muchos de estos retratos se leen como relatos breves, pero su aguda prédica moral y su realismo los convierten en un espejo ante los ojos del lector.