El nuevo palacio del déspota Stefan Lazarević, en la Serbia del siglo xv, debe ser adornado con las mayores riquezas de la época: baldaquines de Dubrovnik, gruesos colchones de plumas de Pest, inextinguibles lámparas votivas de Salónica y cien íconos de sacrosanto brillo del Monte Athos. Bajo la mirada de Dovolja, un joven inocente, analfabeto y cuyos ojos solo perciben lo más lejano, las imágenes sagradas emprenderán el viaje. Durante su larga travesía, una odisea colectiva moderna, se enfrentarán con ladrones, con piratas turcos, con tormentas, con monstruos marinos, con la arrogancia y prepotencia de los poderosos, pero también con personas humildes que los acogerán con cariño y compasión. Iconostasio del mundo conocido, la más reciente novela de Goran Petrović, bajo su aspecto de relato fantástico, puede leerse como una metáfora de la oscuridad que ha perseguido siempre a la humanidad: déspotas filantrópicos, mercenarios, mercaderes voraces, desplazamientos de pueblos enteros, pobreza, destrucción. Y, sin embargo, en cada página hay una extraña luz que trata de salvarnos de esa vorágine de desesperanza. Como si nos dijera: todas las personas, todos los pueblos, son íconos errantes que a veces se extravían. Y nuestro deber es prestarles ayuda, sostenernos en la fe, para que la bondad vuelva a ocupar su sitio sobre la Tierra. En esta novela, fresco de la historia universal, Petrović alcanza una maestría narrativa y una profundidad poética que confirman su lugar entre los mejores escritores de nuestro tiempo.