El arte de la quietud en un mundo agitado

La idea de que en el corazón de cada persona late su propia capacidad de elección es una máxima del budismo a la que me siento aferrado.

Pero desviarse y hacer lo mínimo es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Encontrar tus propios lugares y ocasiones en los que experimentar el silencio y la quietud.

«Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia»—

La única forma de salir es entrar.

No hay nada que me haya brindado más comprensión sobre mi propia existencia que el silencio.

¿Cómo podemos llegar a saber quién somos, si nunca paramos del todo y nos dedicamos a escuchar? ¿Cómo vamos a poder oír siquiera nuestros propios pensamientos?

«Todas las desdichas del ser humano vienen de su incapacidad de permanecer en reposo en una habitación».

Porque en el preciso instante en que la persona que medita entra en la zona de quietud, lo pesado se vuelve liviano, lo que vuela alto queda enraizado en el suelo, todo desafío y contratiempo se vuelve razonable.

Déjate envolver por la quietud.

¿Cómo podemos llegar a saber quién somos, si nunca paramos del todo y nos dedicamos a escuchar? ¿Cómo vamos a poder oír siquiera nuestros propios pensamientos?