el libro, después de ser leído, es algo que se reorganiza, que se reconstituye, que recupera lo que podemos llamar la virginidad de la palabra. Y lo más hermoso de todo es que cada vez que volvemos al libro lo encontramos intacto. El libro está intacto, ofrecido a una nueva lectura, es decir, a un nuevo descubrimiento, como si fuera un continente. Porque se puede entrar por una parte o por otra, ir más despacio o más deprisa. Podemos recorrerlo de distinta forma, se puede ir de desierto en desierto, de lago en lago, de río en río. Todos ésos son los descubrimientos posibles de un libro. Un libro no se agota nunca. Incluso el peor de los libros no se agota. Y es que las palabras que a veces malgastamos, las que decimos sin darnos cuenta de lo que ellas son, de lo que ellas dicen, de lo que ellas hablan, en el libro, siempre nos están esperando. Esperan la lectura, la mirada, esperan que las descifremos, esperan sobre todo que las digamos.