Freud marcó la senda: el yo ha de ser donde era el ello. Bajo los continentes en disputa por las tres instancias de la personalidad había un fundamento estable para el ser, más allá de toda circunstancia, libre de mutación; no importaba qué traumas, amores o lecturas cambiaran los modos de actuar, el alma perseveraba en su ser. El psicoanálisis era, sencillamente, la búsqueda de esa verdad ineludible