Uniendo con sutileza lo privado y lo íntimo con lo público y lo político, Me quiebro, pero no me doblo ofrece una mirada cercana a la figura de Melchor Ocampo. A lo largo de la novela, Orlando Ortiz entrega su gentil y acuciosa pluma —que toma tanto de lo comprobable y propio de la investigación histórica (epístolas, documentos y memorias) como del pacto ficcional— para recrear una imagen más humana y, además, retratar la realidad mexicana, las problemáticas sociales y políticas una época fundamental para la historia del México independiente.