Britania, 343 d.C. El Muro de Antonino hace tiempo que ha caído y el orden se va deteriorando poco a poco en el extremo septentrional del Imperio, más allá del Muro de Adriano. La protección frente a las tribus celtas y pictas proviene de una pequeña unidad avanzada de legionarios medio salvajes: los Lobos de la Frontera. Alexios Flavio Aquila recibe el mando de esta unidad irregular y del puesto de Castellum, pero sabe que no se trata de una promoción, sino del final de su carrera. Una decisión errónea al abandonar un fuerte en la frontera germana del Danubio durante un ataque bárbaro, costó la vida la mita de sus hombres, y si no hubiera sido por la influencia de su tío, gobernador del norte de Britania, ya no sería centurión ni legionario. El fracaso y el privilegio no son una buena carta de presentación ante una tropa veterana y endurecida, de manera que su supervivencia dependerá de ganarse su respeto y convertirse él también en un Lobo de la Frontera