4. Tras la caída
Así llegamos a la siguiente característica: la del problema de la Caída. Frente a la idea de sentido común de que fantasear es satisfacer, mediante una realización alucinatoria, deseos prohibidos por la ley, la narración fantasmática no escenifica la suspensión-transgresión de la ley, sino el acto mismo de su instalación, de la intervención del corte de la castración simbólica: al fin y al cabo, lo que la fantasía trata de escenificar es la «imposible» escena de la castración. Por ese motivo, la fantasía en cuanto tal es, por su propia naturaleza, algo así como una perversión: el ritual perverso escenifica el acto de la castración, de la pérdida primordial que permite al sujeto acceder al orden simbólico. Seamos más precisos: a diferencia del sujeto «normal», para el que la ley funciona como una instancia que prohíbe y regula (el acceso al objeto de) su deseo, para el perverso el objeto de su deseo es la propia ley: la ley es el Ideal que anhela, su deseo es ser plenamente reconocido por ella, estar integrado en su funcionamiento… La ironía de la situación salta a la vista: el perverso, «transgresor» par excellence que aparenta quebrantar todas las normas de la conducta «normal» y decente, en realidad anhela el propio gobierno de la ley14.