Hay en el neobarroco nuestroamericano una doble operación, que es la que le da el título a este ensayo. Por un lado, de ingesta ritual, antropofágica, de nuestra tradición europea e indígena, urbana y canyengue, culta y marginal. Ingesta, asimismo, de las estrategias de seducción del barroco, estrategias de deseo. Ingesta, por momentos voraz, de una tradición que no es sólo occidental: los neobarrocos son auténticos apropiadores de elementos de diversos universos culturales, desde mitos precolombinos a Haikou japoneses. Y así como es ingesta y apropiación laboriosa, el neobarroco es operación de desacople de la ideología reaccionaria postridentina. El barroco nuestroamericano se pliega a las luchas de los desheredados de la tierra a través de una escritura plena de lujosos divertimentos pero consciente de los estragos de una emancipación malograda, extraviada, fallida, con lo que el pathos de la rebelión no está perdido. De ahí la necesidad del metal tajante que hunda su filo cuando la urdimbre se vuelva demasiado concesiva o viscosa. La hermenéutica neobarroca nuestroamericana, en su doble carácter de poética y dispositivo lector, es así (antropo)fagia, consumo selectivo. Y es (a)tajo, corte, incisión.