Imaginen que, mientras aprenden determinados hechos, el aire del aula está saturado de aroma a rosas. Durante su sueño profundo, se rocía esta fragancia en la habitación. El experimento revela que, a la mañana siguiente, lo que aprendieron estará tanto más consolidado que si hubieran dormido sin exposición al perfume (Rasch y otros, 2007). En este caso, el aroma sirve como una clave inconsciente que orienta al cerebro a reactivar un episodio específico de la jornada, lo que aumenta su consolidación en la memoria.