Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre.» Magnífica sentencia, inmortal en su claridad, y del mayor humanismo. Con esta frase, como acuñada en duro metal, Sebastian Castellio condenó para siempre cualquier persecución ideológica. Sea del tipo que sea—lógico, ético, nacional o religioso—, el subterfugio que se simule o pretexte para justificar el hecho de quitar de en medio a un hombre, ninguno de esos motivos exime al hombre que ha cometido u ordenado el crimen de su responsabilidad personal. De un homicidio siempre es culpable su autor, y jamás se puede justificar un asesinato por medio de una ideología. Las verdades se pueden difundir, pero no imponer.