mi impacto sobre él había consistido en transformarlo en lector de gran literatura, que lo es todo menos una escuela de inocuidad. Esquilo, Sófocles, Shakespeare, por citar solo a algunos, habrían ordenado a un joven de nivel liquidar a semejantes carroñas.
Aunque yo no le hubiera proporcionado el arma del crimen, sí le había suministrado la armadura literaria. Todo gran texto contiene una expiación y unos asesinatos. No era mi intención, pero sabía de qué estaba pavimentado el infierno