Allí encontró gran cantidad de calabazas en las horquillas de los árboles. Tomó una y se marchó con ella, pero, por la prisa, la dejó caer entre las rocas. De la calabaza brotó entonces un torrente que lo arrastró por precipicios y lo redujo a pedazos. El torrente siguió hacia el Hudson y continúa corriendo actualmente, conocido por el nombre de Kaaters-kill»