Estas gentes que encontraba, ¡cómo balanceaban ligera y alegremente sus cabezas rubias y pirueteaban en la vida como en un salón de baile! Ninguna zozobra en los ojos que yo veía, ninguna carga sobre los hombros, quizá ningún pensamiento nebuloso, ninguna pena secreta en ninguna de aquellas almas dichosas. Y yo caminaba al lado de aquellas gentes, joven, recién nacido, pero olvidado ya de la imagen de la felicidad. Me hundí en este pensamiento y me consideré víctima de una cruel injusticia.