El principio del Tao es la espontaneidad. (25) j
Pero la espontaneidad de ningún modo es un impulso ciego y desordenado, un mero poder caprichoso. La filosofía que se limita a las alternativas del lenguaje convencional no encuentra manera de concebir una inteligencia que no actúe de acuerdo con un plan, según un orden de pensamiento (correspondiente a una serie de «instantáneas»). Pero la prueba concreta de que existe semejante inteligencia está muy a mano: la tenemos en nuestros propios cuerpos, irreflexivamente organizados [4] . En efecto, el Tao no «sabe» cómo produce el Universo, como tampoco nosotros sabemos cómo construimos nuestros cerebros. Como dice el gran sucesor de Laotzu, Chuang-tzu:
En torno de nosotros se producen cosas, pero nadie sabe de dónde. Salen, pero nadie ve la puerta.Todos los hombres estiman la parte del saber conocido. Ignoran cómo servirse de lo Desconocido para alcanzar el saber. ¿No es esto un extravío?