Dime una adivinanza

«Con el vinagre que me ha ido derramando encima toda su vida, bien marinada estoy. ¿Cómo puedo ser ahora miel?»

Llevaban casados cuarenta y siete años. Nadie podía decir cuán profundas se hundían las tercas y retorcidas raíces de la disputa. Solo ahora, cuando las necesidades de los demás ya no los mantenían encadenados el uno al otro, las raíces se volvían visibles, para quebrar la tierra entre ellos y, en su desgarro, sacudir a los hijos, crecidos hace tiempo.

Al consagrar su vida literaria y personal a estos valores, Tillie Olsen se convirtió en una gran escritora de la experiencia de la maternidad.

estaba a miles de kilómetros de casa, enferma de pecado, incapaz de creer, y todavía sigo sin creer del todo, desdeñosa a pesar de lo mucho que me ha ayudado

el sermón encuentra un hueco en sus corazones. —Los aullidos volvían a resonarle en los oídos, por encima de la voz de Alva, paciente, y las oleadas regresaban, dando vueltas a su alrededor—: A lo

No lo sientas. Prefiero que no estés ahí mirándome. Fueron nuestras madres las que se empeñaron, no yo.

—¡Parry! —Tres voces

Ahora, las piedras del pelo de Parry relucen intensamente; las manos blancas de los acomodadores, como abanicos, como espuma en el aire; las aguas pintadas de azul del Jordán se hinchan y retumban

En las alturas, olvidadas quedan las oleadas y el mundo, lejos el verde profundo y los restos de lo que alguna vez existió… Ahora está en Hostess Foods, donde Alva Phillips trabaja en el turno de noche.

sigue estrechándola fuerte… Alva Phillips, la fuerte Alva, también se balancea y canta Oh, sí. «No, no mires».

Carol, de doce años, aprieta fuerte la mano de su madre mientras la otra descansa, ligera, en la de su amiga Parialee Phillips, cuyo bautizo ha venido a ver.