El miedo. Una mujer de 23 años tiene fuertes ataques de pánico cuando, llegada la noche, su marido tarda en regresar a casa (Schulte y Thomas, 1974). Al miedo se asocian sudoraciones y dolores de estómago, y alguna vez es tan intenso que la mujer llega a desmayarse. Cuando el hombre regresa a casa trata de tranquilizarla. Preocupado, se vuelca en ella y le promete tenerlo en cuenta, y en el futuro solo llega por las noches tarde a casa en casos de extrema necesidad. El terapeuta rápidamente advierte que se trata de un miedo con objetivo, y que el miedo, además, consigue ese objetivo. Se revela así como una estrategia que más o menos funciona para lidiar con las propias inseguridades vitales. Es muy eficaz, aunque esto no signifique que la mujer esté fingiendo los ataques de pánico simple y llanamente para atar a su marido. Estos ataques son completamente reales. Pero también son noticias con una fuerte demanda a algún receptor importante. En el ejemplo, puesto que el hombre actúa acorde con la demanda, se comprueba que el pánico ha tenido su efecto y –desde el punto de vista del emisor– tiene sentido.