—¿No eran más felices que nosotros?
Gale hizo una ligera pausa, luego prosiguió:
—¿No entonaban más cantos, no bailaban más danzas, no bebían vino con regocijo más real? Y eso era porque creían en el mal. Un mal personificado. Por hechizos, tal vez, o por la mala muerte u otros símbolos tan estúpidos como bajos; pero fuerzas, al fin y al cabo, contra las que debía lucharse. Todo para ellos se resumía en blanco o negro, y contemplaban la idea como lo que es: un campo de batalla.