Confirmando que la palabra es una isla para tomar por asalto, el escritor y periodista mendocino Rubén Valle construye en “La medida de lo posible” un mundo paralelo, con reglas propias donde sólo hay vía libre para contarlo todo.
El autor toca el timbre y no sale corriendo. Envía cartas a sí mismo y no las lee porque sabe que, en el fondo, ya está todo dicho. Vana tarea -y pueril paradoja— la de intentar sintetizar de qué va y de qué viene un libro de microficción. Sería como querer recordar una película que se vio hace treinta años en blanco y negro, sabiendo que ahora la memoria habrá de recuperarla en color, sin arrugas y con el sex appeal de Angelina Jolie.
“La medida de lo posible” no es una sino unas cuantas cintas que vuelven a verse en la tele y, como tal, también tiene algo de cita a ciegas. Ahí está, este libro es una cita a ciegas. Verlo es verla. O al revés.