Maldición…, qué mona era. No, era mucho más que mona, y conste que ya me había fijado otras veces. Desde el primer día que la vi en un bar, con Sydney, había logrado algo más que despertar mi interés. Caray, cualquiera que tuviera ojos en la cara podía darse cuenta de que era un pibón. Labios carnosos. Pómulos pecosos y pestañas largas y oscuras.