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Rosario Castellanos

Los convidados de agosto

Este libro presenta la vida de la pequeña clase media en la ciudad provinciana (frontera entre el México indio y el resto del país), poblada aún por los pequeños dramas que suelen engendrar tradiciones, prejuicios o costumbres acaso inalterables. Tres cuentos y una breve novela, “El viudo Román”, reúne este volumen, que trasciende el localismo, observado con piedad e ironía y por medio de un estilo admirablemente ceñido a su materia.
156 printed pages
Copyright owner
Ediciones Era
Original publication
2015
Publication year
2020
Publisher
Ediciones Era
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Impressions

  • Silvana Garcíashared an impression8 months ago
    😄LOLZ

Quotes

  • Ivana Melgozahas quoted7 hours ago
    Conocía su cuerpo centímetro a centímetro. Y gracias a la contemplación cotidiana, los cambios que iba sufriendo le pasaban inadvertidos. Cuando alguno se revelaba como demasiado evidente (una adiposidad indiscreta, el encallecimiento de zonas de su piel, una verruga, una mancha, una bolsa) apartaba de inmediato la vista y se cubría con la primera prenda que hallaba a su alcance. Hasta que su mente digería la noticia y se familiarizaba con ella volvía a contemplarse otra vez, con un detenimiento tan fijo que resultaba una forma de ausencia y distracción.

    Gracias a Dios ahora no había ninguna novedad. Emelina se sintió joven, plena, intacta. ¿Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado?
  • Ivana Melgozahas quoted7 hours ago
    Emelina se arrellanó en la cama y clavó la vista en el techo. ¡Qué raros le parecían hoy los objetos de los que no recordaba siquiera cuando los había empezado a usar! Esa lámpara de porcelana, con sus flores pintadas y una leve resquebrajadura en el centro…
  • Ivana Melgozahas quoted8 hours ago
    Sin embargo, la habitación aparecía transfigurada en el sueño de Emelina. Por lo pronto —¡qué alivio!— estaba sola. No, sola precisamente no. Faltaba Ester pero sentía la respiración de alguien allí. Alguien cuyo rostro no alcanzaba a distinguir y cuyo cuerpo no cuajaba en una forma definida. Era más bien una especie de exaltación, de plenitud, de sangre caliente y rápida cantando en las venas. Era un hombre.

    Al despertar Emelina arrojó lejos de sí, colérica, la almohada que había estado estrechando. ¡Lana apestosa, forro viejo, funda remendada! ¿Cómo se había atrevido a sustituir a la otra imagen que aún no terminaba de desvanecerse?

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