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Rosario Castellanos

Los convidados de agosto

  • Ivana Melgozahas quoted2 days ago
    Conocía su cuerpo centímetro a centímetro. Y gracias a la contemplación cotidiana, los cambios que iba sufriendo le pasaban inadvertidos. Cuando alguno se revelaba como demasiado evidente (una adiposidad indiscreta, el encallecimiento de zonas de su piel, una verruga, una mancha, una bolsa) apartaba de inmediato la vista y se cubría con la primera prenda que hallaba a su alcance. Hasta que su mente digería la noticia y se familiarizaba con ella volvía a contemplarse otra vez, con un detenimiento tan fijo que resultaba una forma de ausencia y distracción.

    Gracias a Dios ahora no había ninguna novedad. Emelina se sintió joven, plena, intacta. ¿Cómo va a dejar huellas el tiempo si no nos ha tocado?
  • Ivana Melgozahas quoted2 days ago
    Emelina se arrellanó en la cama y clavó la vista en el techo. ¡Qué raros le parecían hoy los objetos de los que no recordaba siquiera cuando los había empezado a usar! Esa lámpara de porcelana, con sus flores pintadas y una leve resquebrajadura en el centro…
  • Ivana Melgozahas quoted2 days ago
    Sin embargo, la habitación aparecía transfigurada en el sueño de Emelina. Por lo pronto —¡qué alivio!— estaba sola. No, sola precisamente no. Faltaba Ester pero sentía la respiración de alguien allí. Alguien cuyo rostro no alcanzaba a distinguir y cuyo cuerpo no cuajaba en una forma definida. Era más bien una especie de exaltación, de plenitud, de sangre caliente y rápida cantando en las venas. Era un hombre.

    Al despertar Emelina arrojó lejos de sí, colérica, la almohada que había estado estrechando. ¡Lana apestosa, forro viejo, funda remendada! ¿Cómo se había atrevido a sustituir a la otra imagen que aún no terminaba de desvanecerse?
  • Ivana Melgozahas quoted2 days ago
    Sus labios balbucieron una palabra cariñosa:

    —Cutushito…

    mientras estrechaba entre sus brazos, con el abandono que sólo da la costumbre, su propia almohada.
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Al través de los visillos de su vidriera Natalia la vio irse y no hizo ningún ademán para detenerla. Y aunque tenía los ojos nublados por el llanto pudo advertir que Reinerie iba descalza.
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Reinerie se declaró vencida ante el boicot. Incapaz de resistir la humillación del aislamiento, dejó de asistir a los sitios públicos. Aun en su casa fue abandonando los hábitos que tanto esfuerzo le había costado adquirir y volvió a su estado primitivo. Vagaba despeinada, sin zapatos, envuelta en una bata de yerbiya. Comía de pie, en cualquier parte
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Reinerie no atendió al emocionado fervorín que improvisaba el oficiante. Cubierta de una profusión de brocados, listones, encajes, tules, divagaba siguiendo las figuras trémulas de los cirios ardiendo y el humo de los incensarios. Contaba la variedad de las flores; examinaba el color de la alfombra; quería descifrar los murmullos de la concurrencia.
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Quise escribir y no pude. ¿Para qué? ¡Es tan difícil! Tal vez, me repetía yo con la cabeza entre las manos, tal vez sea más sencillo vivir.
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Gertrudis me ofreció un rostro del que se habían borrado los recuerdos; unos ojos limpios, que no sabían ver hacia atrás. Toda ella no era más que la expectativa gozosa de una diversión cuyo título le era aún ignorado.
  • Ivana Melgozahas quoted3 days ago
    Gertrudis no pensó en Oscar ni una sola vez. Ni siquiera pensaba en el desconocido que estaba poseyéndola y al que se abandonó sin resistencia y sin entusiasmo, sin sensualidad y sin remordimientos.
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