Pensar la salud, hasta la fecha, es una tarea que jamás se ha emprendido en Occidente, pues la preocupación fue siempre negativa: el rechazo de la enfermedad, la superación de la pobreza y otras expresiones semejantes. Es posible decirlo en términos fuertes y directos: el llamado a la salud coincide con un auténtico giro civilizatorio. Occidente siempre supo solamente de la enfermedad y cómo vencerla; hoy asistimos a los albores de una nueva civilización que se enfoca en aspectos nunca antes considerados. Se trata del desplazamiento de la tradicional y dominante concepción antropológica, antropocéntrica y antropomórfica de la realidad y la naturaleza por una visión más orgánica, horizontal y no jerárquica, en la que la naturaleza y la vida en general se convierten en la fuente de todo valor y sentido, en la finalidad de cualquier consideración ética, axiológica o estética.