Pesadillas, gritos al despertar, fiebre alta que no cesa: Julie comienza a desmejorar inexplicablemente, sin que los doctores logren diagnosticar su enfermedad. Sus angustiados padres y hermano no hallan cómo ayudarla. Todo el tiempo sueña que se encuentra en un lejano bosque, pero no es ella, sino un niño que deambula aterrado y perdido por veredas solitarias entre altos árboles. Julie teme estar poseída o haber comenzado a enloquecer. Aunque en el fondo, la sospecha de lo que en realidad le ocurre la atormenta de igual manera, pues sabe que debe hacer algo para salvarse y, al mismo tiempo, descubrir quién es el niño que habita sus inquietantes visiones.