Una tarde pudo comprender una poesía; era como si alguien, sin querer, hubiera dejado una puerta abierta y en ese instante ella hubiera aprovechado para ver un interior. Al mismo tiempo le pareció que el empapelado de la habitación, el biombo y el lavatorio con sus canillas niqueladas también hubieran comprendido la poesía, y que tenían algo noble, en su materia, que los obligaba a hacer un esfuerzo y a prestar una atención sublime.