Tú eres diferente, Cuetzpalómitl —me respondió el anciano—. Tú no naciste en un signo de guerra. Naciste el día de la lagartija, por eso te llamas así, huesos de lagartija, y por eso eres como eres, flaco pero duro y nervudo. Tú vas a sobrevivir, vas a llegar a viejo. No importará lo que te pase: vas a caer y a levantarte como una lagartija que cae de lo alto de un muro y sale corriendo