La paciente silenciosa

Y entonces, aquella noche en Cambridge, por fin comprendí lo que había recreado sin saberlo, la mina antipersona olvidada hacía años y que de pronto yo había pisado. Gabriel era el segundo hombre que condenaba a Alicia a morir; sacar a relucir aquel primer trauma fue más de lo que ella pudo soportar, y por eso recogió el arma y completó la tan esperada venganza contra su padre, en la persona de su marido. Como yo sospechaba, el asesinato tenía unos orígenes más antiguos y más profundos que mis actos.

Habían tenido vidas difíciles, habían sufrido horrores que las habían llevado a refugiarse en esa tierra de nadie que es la enfermedad mental; tenían su periplo grabado en la cara, era imposible no verlo.

La «cura del habla» se convirtió en un aspecto central de la persona en la que me convertí; en un sentido muy profundo, me definía

Alicia se encerró en sí misma y empezó a fallar hasta que dejó de funcionar

En cuanto le pones nombre a una cosa, te impide verla en su totalidad, o ver por qué es importante.

«Un bebé no puede odiar a la madre sin que la madre odie antes al bebé»

la verdad es que me da miedo tener hijos. No sería de fiar con ellos.

No con la sangre de mi madre corriendo por mis venas.

¿Cómo puede una rata que se ahoga salvar a otra?

¿Cómo puede una rata que se ahoga salvar a otra?

Las emociones no expresadas nunca mueren.

Quedan enterradas en vida y emergen más adelante, de formas más desagradables.