abe señalar que los museos eran receptores de un flujo de objetos transportados desde las provincias, como cráneos y esqueletos, alfarería indígena y cultura material, extraídos de tumbas y cementerios indios. Junto a la cultura material, llegó también el patrimonio intangible: los archivos lingüísticos, las gramáticas de lenguas indígenas, los inventarios de leyendas y supersticiones que se incorporaron al acervo cultural nacional y fueron publicados en revistas y órganos científicos.
El museo y su disciplina auxiliar, la etnografía, operaron entonces como una tecnología moderna sobre un objeto mágico y primitivo que hasta cierto punto alteró el mapa de la subjetividad colectiva, incorporando un elemento hasta entonces ausente