Tenía 3 años cuando salvé un pavo que mi padre había robado para cenar en Nochebuena. Entonces comprendí que había nacido para hacer el bien. Con 18 me expulsaron del colegio, lo que hizo que orientara mi vida hacia el ejército, aunque no me admitieron porque no había gorras de mi talla. Diez años después y debido a mi ausencia de actividad laboral, mi padre me echa de casa por segunda vez (la primera fue cuando salvé el pavo). Sin embargo, un curso por correspondencia cambió mi vida, pues estudié para ser guerrero ninja y lo conseguí. Una vez conseguida mi meta, comencé mi misión, la de defender a mis conciudadanos de todo mal.