Mantener la libertad de perderse, poder salir de la «red» que nos ha capturado a todos, esperar en el silencio sutil de la naturaleza a que algo se revele —y vivir el momento en que nuestro camino depende de esa revelación— es la experiencia original de la espiritualidad y del sentimiento de lo sagrado que el hombre arcaico ha percibido de forma espontánea, que eremitas de todo tiempo han encontrado en los lugares desiertos y que siempre podemos poner a prueba en nosotros mismos con una inmersión total entre la tierra y el cielo.