Jode, Eugenia, jode pues, ángel mío: tu cuerpo es tuyo, sólo tuyo; sólo tú en el mundo tienes derecho a gozar de él y a hacer gozar con él a quien bien te parezca. Aprovecha el tiempo más feliz de tu vida: ¡son demasiado cortos estos felices años de nuestros placeres! Si somos lo bastante afortunadas para haber gozado en ellos, deliciosos recuerdos nos consuelan y nos divierten aún en nuestra vejez.
Vivir de espaldas a toda norma social, vivir exclusivamente para nuestro placer, para nuestro vicio, olvidarnos de Dios y de los hombres, del bien y del mal, de lo puro y lo casto y abrazar lo impuro, vicioso, carnal y corporal hasta la muerte. Se parece mucho a lo que menciona Freud en Más allá del principio del placer y sobre todo en El malestar de la cultura.