Martí era consciente, como acaso solo lo fueron los modernistas que lo sucedieron, de todas las posibilidades del lenguaje y consideraba que sus recursos estaban íntimamente ligados a las cualidades humanas del pueblo, que en última instancia era quien las inventaba. De ahí la sinceridad que después volcó en su poesía. Sus opiniones sobre el hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que aparecen en sus obras al servicio de un concepto de la naturaleza que tenía al ser humano como centro.