El joven Ragnar de Midborg, el hijo de Sigurd Anillo, manejaba el timón de su nave con seguridad y casi sin esfuerzo. La vela había sido arriada al entrar en el fiordo, y el barco avanzaba a buen ritmo gracias a la poderosa remada de sus tripulantes, ansiosos por llegar a casa, mientras su jefe, apoyado en la larga barra del timón, se regocijaba en la contemplación de los paisajes que lo vieron nacer.