La reunión de estos diecisiete relatos nos permite apreciar una diversidad de voces acumuladas en una especie de memoria auditiva, que devuelve al desierto la urdimbre de historias insólitas repetidas en alguna velada, recorrido interminable entre suposiciones y certidumbres, revisión de engaños, recuento de habladurías que sólo un oído atento atesora. Sada reencuentra los hilos de la oralidad y con ellos se lía y se deslía, ata y desata un discurso en donde las anécdotas se han cristalizado, en un estilo ciertamente aventurado (desestructuración de la frase, uso despiadado de los dos puntos), y sin embargo notable.