En tanto que había un objeto, el loco amor era más amor que locura; dejado solo, se prolonga en el vacío del delirio. ¿Castigo de una pasión demasiado abandonada a su propia violencia? Sin duda; pero este castigo es también un calmante; extiende, sobre la irreparable ausencia, la piedad de las presencias imaginarias; encuentra en la paradoja de la alegría inocente, o en el heroísmo de las empresas insensatas, la forma que se borra. Si el castigo conduce a la muerte, es a una muerte donde aquellos que se aman no serán jamás separados. Es la última canción de Ofelia; es el delirio de Aristo en la Locura del sabio; pero es sobre todo la amarga y dulce demencia del Rey Lear.