Cuando Anita Perkins decidió casarse con Douglas Wyman ya sabía a lo que se enfrentaba. Su padre se lo había dejado bien claro: si se obstinaba en celebrar la boda, nunca más sería recibida en la casa familiar y sus hermanos tendrían prohibido visitarla y dirigirle la palabra. Douglas Wyman era un forastero en el pueblo, un hombre sin pasado a quien se le consideraba un don nadie y un “cazadotes”, pero Anita lo amaba por encima de todo. Nadie en aquel pueblo podía imaginar que el hombre al que despreciaban ocultaba la identidad de una persona muy diferente.