la sangre.
Me voy, para aprender en otras penas a sufrir las mías con más entereza. Me voy, Anuarí, y te juro que hasta este momento he aguardado la resurrección. He espiado tu sueño creyéndolo leve, y huyo ahora que lo sé de mármol, Anuari. No me importa el mundo ni la mediocre balanza que pesa mis actos; pocas son las almas que han amado, gozado y sufrido como yo.