Un país, Omarca, rodea el cuerpo imantado de un niño: William Pescador, quien a su vez circunda y explora ese territorio laberíntico, que se confunde y se precisa en los confines de una inteligencia temeraria. El niño es a la vez un demiurgo y un aventurero, cuya imaginación traza redes vertiginosas en el espacio, el tiempo, las genealogías, el mundo de los muertos, el ajedrez, los misterios banales e hipnóticos de la sexualidad, las guerras diminutas del hogar y la calle. Una novela breve, redonda y ejemplar.