»Leer el libro que ha leído otro, que ha marcado y subrayado, sobre el que ha hecho pequeñas señales o anotaciones en los márgenes, con el que de verdad ha dialogado, es asomarse a la intimidad de aquel primer lector. Un poco como si fuéramos voyeurs, metiches. Como si espiáramos por el ojo de la cerradura y descubriéramos una escena que nos da algo de pudor.