Sin motivo, como queriendo prepararla para lo que vendría, él se obligó a mentir.
–Me conoció perfectamente apenas me vio, tu hija. Se acordaba de una vez que la llevé al zoológico.
–Pero claro, ¿cómo no se va a acordar? Desde que te fuiste no hace más que hablar de vos.
«Bien», pensó él. «Empezamos los juegos, ella y yo.»
La niña es como el ego con el que ambos juegan