Ella buscó un cigarrillo y lo encendió, agazapada, tratando de disimular la mano que temblaba.
–¿Y por qué te volvés, si se puede saber?
–Porque uno piensa las cosas de un modo y después todo sale distinto. Parecía fácil, ¿no?, cuando recién llegué. Me acuerdo y me mato de risa. Me iba a llevar el mundo por delante, fijate vos, y ahí tenés –se detuvo como si no pudiera respirar–. En esta ciudad de mierda, ¿te das cuenta? Uno llega, piensa que lo están esperando. Cuando quiere acordarse está perdido, triturado.
La oscuridad iba llegando de a poco; en la ventana la ciudad era una mole gris.