Cinco amigos se suben a un auto y se internan en las rutas argentinas con destino a Olavarría, donde va a tocar el Indio Solari. Es marzo de 2017, y ellos apenas intuyen lo que allí está por ocurrir: dos muertes y una ciudad colapsada, un paisaje dantesco saturado de excesos, marginalidad, fanatismo y desenfreno. El que narra, al modo de un cronista perplejo, es Esteban Serrano, que rápidamente confiesa que nunca le gustaron los Redonditos de Ricota. ¿Para qué viaja, entonces? La razón es sencilla, casi atávica: para estar con sus amigos. Yo también soy una mosca es el relato de ese viaje alucinante. Narrado con humor y una distancia prudencial con lo que cuenta, podría ser un libro sobre uno de los fenómenos más extraordinarios del rock nacional pero es también un pequeño tratado sobre la amistad y sobre las muchas maneras que los hombres encuentran para hacerse grandes y seguir siendo siempre un poco jóvenes.