La pandilla del mero Pancho vive en La Restinga, una población al sur de El Hierro, un lugar donde todo es corto, menos el inmenso océano; donde todo se sabe casi antes de que ocurra y el tiempo nunca tiene prisa.
Allí, juntos, acompañados por la sabiduría de Manolo el Maestro, nos enseñan lo que es un hogar mientras comparten con nosotros lo que le ocurrió a Chuchi y a su padre con un peto y un enorme pez espada; y a Gavi con un guincho y su polluelo; y a Samir, que llegó una Nochebuena en una barca que había salido de las playas de Mauritania y que, de alguna manera, fue adoptado por el pueblo entero; y a los fantasmas del lugar, Agarfa y Ferinto, que procedían de cuando los bimbaches habitaban la isla y un enorme árbol, el Garoé, era su más preciado tesoro; y a Sabi, la que se sabía los números de teléfono de todos los que habitaban el sitio, y a Berto, que vino de Venezuela y tenía unos juguetes impresionantes que no le gustaba compartir; y a Richelieu y los mosqueteros, junto con las dos mamás de Juli, extraordinarias fotógrafas de los fondos marinos de la zona; y a Gen, que era todo un artista; y a Cipri, el héroe de Balo.
Acompañados por los lagartos, prehistóricos habitantes de la isla, y de personajes de ficción como Omar, el niño cangrejo, la pandilla del mero Pancho nos demuestra cómo, para que haya un hogar, un verdadero hogar, lo único que hace falta es cariño, ternura, lealtad, afecto, dulzura, amor…