Cuando Agustín entregó el liderazgo de su iglesia en 426 a.C., su sucesor se encontraba tan abrumado por la conciencia de su incompetencia que declaró “El cisne guarda silencio”, temiendo que la voz del gigante espiritual se perdiera en poco tiempo. Pero por 1,600 años, Agustín no ha guardado silencio, ni tampoco lo han hecho los hombres que fielmente han tocado la trompeta por causa de Cristo después de Él. Sus vidas han inspirado cada generación de creyentes y nos impulsan a tener una mayor pasión por Dios.
«La mayoría de personas no saben que Spurgeon, Müller, y Taylor eran contemporáneos que se conocían y se amaban. Aunque tenían diferencias, había una profunda camaradería de confianza en Dios entre ellos. Ellos fueron enteramente evangélicos en su énfasis en la Escritura, la obra expiatoria de Cristo, la necesidad del nuevo nacimiento y la conversión, y la energía resultante del activismo y misiones. El sufrimiento que cada uno de ellos padeció resultó en una extraordinaria confianza en la bondad poderosa de Dios. Debajo de su enseñanza acerca de la fe y de la simplicidad de confiar en Dios, yacía una consideración masiva del derecho y poder de Dios irresistibles para gobernar cada detalle de la vida (tanto el bien como el mal)".