Para entender cómo era posible obligar a los niños a hacer semejantes trabajos, hay que recordar la coyuntura económica general de aquel entonces. En la década de los noventa del siglo XIX, había miles de londinenses sin hogar, que dormían en los parques, en los terraplenes del Embankment, junto al río o en los huecos del Puente de Londres. Por muy malo que fuera el alojamiento de un sirviente, éste era, sin duda, mejor que las condiciones generales en las que vivían los pobres del Londres de 1890, según las describió el pastor Joseph Ritson en la revista Primitive Methodist Magazine.