Esa noche quise soñarte como soñó aquel otro Dante a aquella otra Beatrice: desnuda en brazos del diablo, arropada apenas por un paño color sangre y devorando un corazón que no podía ser otro que el del poeta; pero este Dante, bastante menos espirituoso pero igualmente tímido (y la timidez nos vuelve impertinentes), soñó a esta Beatrice saciando a dentelleadas su voraz apetito de Amor.