Es curioso cómo consigue la memoria deformar la realidad, no solo cuando le prestamos poca atención y esta, vaga e incierta, pasa a nuestro lado como un sueño soñado con los ojos abiertos, sino también cuando se trata de una realidad despiadada e hiriente, que nos agrede y nos hace vivir con cruel exhaustividad, sin darnos tregua.