Gracias a la imaginación iba y venía con total libertad por el tiempo, por el espacio; contemplaba infinidad de paisajes desconocidos y, sin saberlo, permitía que un sinfín de palabras atravesasen mi cuerpo. Es decir, no solo veía el mundo desde donde me encontraba, sino que terminé por observarme a mí mismo desde un lugar lejano mientras contemplaba el mundo