En cuanto retiraron los heridos, se reanudó la carrera. Afortunadamente no habían tenido que utilizar las dos ambulancias. En el circuito había dos y, si tenían que utilizarlas a la vez, interrumpían la carrera hasta que una volvía. Consiguieron meter a los tres muchachos más graves en una de las ambulancias. Era un gran Cadillac blanco que partió sin mucha prisa. Ni siquiera encendieron una luz. Tres minutos después oímos la sirena, autopista abajo. Lejos, en la distancia, como dicen ellos. Era un sonido extraño y fantasmal, dadas las circunstancias, pero la carrera se reanudó en cuestión de segundos, con cinco motos en vez de diez, y todo quedó olvidado. Como siempre, sólo unas líneas en los periódicos sobre aquel muerto.