Esta obra se inicia con las palabras irónicas y aceradas de Roxana, en las que da rienda suelta a su capacidad reflexiva y a sus pulsiones esenciales. Ella es una mujer madura que ha decidido renunciar a su trabajo en una ONG y emprender un ajuste de cuentas consigo misma en pos de suprimir todo atisbo de convencionalismo. Hay en ella una insatisfacción por el paso de los años vividos en una ciudad que puede ser intensa, bullente, pero que es al mismo tiempo fría y opresiva por su espíritu conventual. Se trata de diversas historias que interpolan la reflexión, la admiración, el deseo carnal, la observación, la inocencia, pergeñadas con una prosa eficaz y plena de color, mediante la cual Roxana «peina la noche limeña» en pos de su liberación. La segunda parte de estos Monólogos nos ofrece tres piezas de teatro japonés Noh.